2 lecciones que me enseñaron un error de inversión a mis 20 años

Hace 20 años, en mi primer trabajo al salir de la universidad, recibí por parte de mi empresa una compensación similar a una paga extra.

No era una cantidad importante de dinero, pero sí lo suficiente como para considerarla una «ganancia inesperada» para mi edad y mi situación económica en aquel momento. Ten en cuenta que este acontecimiento en mi vida ocurrió muchos años antes de que me convirtiera en planificador financiero y supiera cómo funciona realmente el mundo de la inversión.

Cuando recibí el dinero, obviamente me alegré y me puse enseguida a buscar qué hacer con él, pero no estaba seguro de cuáles eran mis opciones en ese momento.

Como planificador financiero que soy a día de hoy, pienso en todo tipo de implicaciones que tiene la inversión, como el riesgo, la asignación de activos, las comisiones y la fiscalidad, pero en aquel momento no tuve en cuenta ninguna de ellas.

Pedí consejo sobre inversiones a un representante bancario —mi primer error—

Lo que hice fue ir al lugar donde estaba mi dinero: mi banco local. Les conté mi nueva situación financiera y me hicieron reunirme con un representante del banco cuyo trabajo consistía en ayudarme a invertir ese dinero. Esta persona no me dio ningún consejo real sobre inversiones —ni ninguna de las implicaciones que mencioné antes—. Se limitó a venderme fondos de inversión.

Así que, acabé con una cartera de fondos de inversión que supuestamente me habían explicado, pero sin saber realmente nada del mundo de la inversión. Unos meses más tarde, mis inversiones en estos fondos de inversión empezaron a disminuir considerablemente debido a una fuerte caída del mercado bursátil. Y me encontré en el punto de partida, sin saber qué hacer.

Sólo veía cómo disminuía el valor de mis inversiones. No tenía ningún plan real para ese dinero. Ni tenía un verdadero asesor financiero al que llamar para discutir la estrategia de inversión, porque el representante del banco sólo estaba allí para vender productos financieros.

Por desgracia, dejé que el miedo se apoderara de mí y acabé vendiendo todas mis posiciones.

Mi historia es un ejemplo claro de una situación en la que alguien que carece de conocimientos sobre inversión, comete un error que le sale muy, muy caro. Y, claro, dado los amplios conocimientos que tengo ahora sobre planificación financiera e inversión, me parece una locura que haber cometido este error hace más de 20 años, pero al menos puedo sacar dos lecciones:

1. Dedicar tiempo a entender todas las implicaciones que conlleva la inversión

Como ya he mencionado con anterioridad, entender cómo funciona el mundo de la inversión implica conocer tu propia tolerancia al riesgo, la asignación óptima de activos, lo que se paga en comisiones y cómo afecta la fiscalidad a tus inversiones —cuántos impuestos tienes que pagar—.

Si una persona decide contratar a un asesor financiero para que gestione sus inversiones, es absolutamente necesario que dicho asesor aborde todos estos aspectos y se asegure de que el cliente los comprende perfectamente. Ahora bien, si decide invertir por su cuenta o recurrir a un roboadvisor, sigue siendo imprescindible que controle estos conceptos y sus consecuencias.

En cualquier caso, cuando alguien conoce cómo funcionan realmente las inversiones, no te garantiza determinados resultados, pero sin duda te proporciona las herramientas adecuadas para tener éxito poniendo tu dinero a trabajar por ti.

2. No dejar que el miedo dicte decisiones de inversión

Esta lección se deriva de lo importante que es para una persona conocer su propia tolerancia al riesgo, que es lo que está dispuesta a perder dentro de su cartera de inversiones. Hay muchos factores que intervienen en la evaluación de este perfil de riesgo, como la edad, el horizonte temporal de la inversión específica y la situación económica general.

Por ejemplo, pongamos que Mary recibe una cuantiosa herencia de su difunta abuela y decide que quiere utilizarla para su jubilación, que podría ser dentro de unos 25 o 30 años. Tiene una tolerancia al riesgo muy alta porque ya tenía una situación financiera sólida antes de recibir la herencia y tampoco tiene previsto utilizar este dinero hasta su jubilación.

Mary contrata a un asesor financiero que le construye una cartera de inversión. Su cartera crece de forma constante cada año durante los tres primeros años, pero en el cuarto año, el mercado bursátil sufre una fuerte caída que hace que Mary pierda el 20% del valor de su inversión.

Empieza entonces a no estar muy contenta con la evolución negativa de su cartera, pero habla con su asesor financiero, que le recuerda la gran tolerancia al riesgo que dijo que tenía cuando empezó a invertir.

Como resultado, no deja que el miedo se apodere de ella —es decir, Mary no vende sus inversiones— y mantiene el rumbo de su plan de inversión sabiendo que tiene horizonte temporal de largo plazo para que sus inversiones se recuperen y, en última instancia, consiga mejores resultados en ese periodo.

Es un hipotético bastante común, que pone de manifiesto cómo conocer la tolerancia al riesgo ayuda a aliviar el miedo y puede conducir a una toma de decisiones de inversión más acertada.

Kamila Barca