Ser una persona negativa puede que te lleve a ser una persona tóxica. Alguien con quien los demás no se sientan cómodos, con quien no tengan ganas de relacionarse, aún incluso sin saberlo, ni ellos ni tú.
Estamos en confinamiento debido al coronavirus -algo que espero que más temprano que tarde pase a la historia- y estos días estoy teniendo profundas charlas por teléfono con amigos y familiares. De golpe, todos tenemos tiempo para los otros. Ha hecho falta una pandemia a nivel global para que la gente parase el tren de su vida y buscaran dedicarse más tiempo entre ellos.
El caso es que en una de esas charlas, concretamente con mi padre, salió el tema de la negatividad y las personas y de cómo nos afecta a los de alrededor. Y me di cuenta de la importancia que tiene para mí, mucho más de la que imaginaba.
Las personas negativas te cargan de mala energía
Si reflexionamos, estoy seguro de que todos llegamos a la misma conclusión. Conocemos muchas personas con mucha negatividad. Gente que se queja continuamente, se queja de todo, tiene problemas recurrentes con los demás y culpa de cualquier problema a los otros. Tiene tendencia a ver el vaso vacío y encontrar problemas allá donde no los haya.
Os pondré un ejemplo que para mí es importante y que me ha generado mucha frustración:
Yo soy un emprendedor, desde siempre mi cabeza no para de pensar cosas diferentes que podría hacer. Negocios, ayudas, sistemas, lo que sea. Siempre estoy dándole vueltas al tarro, incluso de niño.
Eso hace que durante mi vida me haya encontrado con la situación de explicar a personas queridas mil y un inventos, negocios o simplemente ideas.
Ejemplos reales de negativismo y cómo afectan a los demás.
Para poner un ejemplo real, explicaré una vez en la que me decidí a escribir un libro. Tendría unos 23 años en ese momento.
A donde iba, explicaba mi idea y que quería escribir un libro, que tenía una idea y que ese libro iba a ser maravilloso.
Recuerdo claramente dos reacciones totalmente opuestas ante la misma exposición: la de que iba a irme unos meses a escribir mi libro.
La primera, de un amigo muy cercano, que me dijo que era una muy buena idea, que me escuchó, me apoyó y trató de aportar ideas para el libro, ofreciéndose incluso a leerlo a medida que lo fuera escribiendo para darme feedback y ayudarme con las correcciones. Esta reacción me animó mucho, me hizo sentir bien y, sencillamente, me puso feliz.
La segunda, en una comida familiar en la que hice la misma exposición, pero que tuvo una reacción totalmente opuesta, a pesar de que ya estaban más que acostumbrados a que yo me iba y venía continuamente y de que siempre estoy creando nuevas cosas.
La persona que habló me dijo que a donde iba yo, que escribir un libro es muy difícil y que yo me pensaba que era lo más fácil del mundo, que seguramente no iba a tener ningún éxito y probablemente ni siquiera era capaz de terminarlo. Esta reacción, aunque probablemente tenía alguna lógica y no decía ninguna mentira, me hundió mis ánimos y me hizo sentir mal.
Menos mal que nunca he hecho ni puto caso a los comentarios negativos y siempre he ido a la mía, pero a lo que voy es a que las personas negativas afectan a los demás. Y eso es importante.
Como he dicho antes, esta misma situación que he relatado ha sido muy recurrente a lo largo de mi vida. Y me doy cuenta de que ha tenido varias consecuencias importantes en mi relación con los demás.
A mi memoria me viene otro ejemplo de un punto importante, cuando decidí crear Travel Guide Nicaragua. La que fue mi empresa de éxito en Nicaragua y me llevó a estar muy cerca de conseguir la libertad financiera.
Fui a una comida familiar -a una parte de mi familia siempre la he visto a través de comidas familiares, con lo que es recurrente que en esos momentos se hablen las cosas- y les expliqué que estaba preparando “un negocio que me iba a dar éxito y que me permitiría vivir viajando”.
La respuesta que obtuve fue un puñal: “A ver si es verdad, esto ya lo he oído otras veces.” A pesar de que pudiera ser cierto -que no lo era-, ese tipo de respuesta dinamitó completamente mis ganas de explicar de qué se trataba y la alegría de compartir mis ideas.
Las consecuencias de los demás hacia la negatividad
Como puedes imaginar, al final, se me pasaron las ganas de explicarles nada en las comidas familiares. Al principio ni siquiera era consciente de ello, pero más adelante sí que me di cuenta de que había dejado de contarles mis ideas a consecuencia de sus reacciones siempre negativas. En cambio, con mi amigo me sentía cómodo explicándole lo que me apetecía hacer o compartiendo ideas y proyectos.
Me gustaría contarte otro ejemplo, opuesto, en el que esta vez fui yo la persona negativa:
Hace un par de años, concretamente el día de reyes del 2019. Esas navidades las pasé en Cardedeu, mi pueblo natal y donde vive mi familia. Hacía años que no pasaba un invierno allí, no me gusta el frío y estoy acostumbrado al calor tropical, con lo que lo sufro doblemente. Tampoco soy un gran fan de las navidades, no son unas fechas que me gusten especialmente ni me traigan buenos recuerdos.
El caso es que este día de reyes salí camino a casa de un amigo, donde íbamos a hacer una barbacoa con otros amigos, y de camino me paré a comprar el pan y unas cervezas. En la panadería me encontré a otro amigo, que iba con su pareja a una comida familiar.
Hacía tiempo que no nos veíamos y vinieron ambos a saludarme, tuvimos la típica conversación que tengo cuando camino por las calles de mi pueblo natal. “¿Cuándo has vuelto? ¿Qué tal todo? ¿Estabas en Nicaragua?, etc.”
No recuerdo el motivo por el que yo estaba cruzado en ese momento, seguramente llevaba así tiempo y sencillamente no era consciente de ello, por toda la mierda por la que pasé en el 2018. Pero recuerdo claramente que mis cuatro primeras palabras fueron de queja, podrían haber sonado algo parecido a esto: “Deseando marcharme porque no aguanto el frío, me dan palo las navidades, esto es una mierda, menos mal que ya me voy…”
Lo que me sorprendió y me marcó fue la reacción de la pareja de mi amigo: “¡Uff cuanta negatividad! Bueno, yo me voy a comprar.” y se giró y se marchó, tal cual.
Sin saberlo, me había dado una lección importante: ser una persona negativa, no aporta absolutamente nada. Desde entonces, cuando he sido negativo con los demás, he tratado de frenarlo y sacar un comentario positivo.
Las personas negativas acaban volviéndose tóxicas
La consecuencia de ser negativo es que los demás terminen, en cierta medida, aislándote. Si siempre reaccionas negativamente hacia los comentarios de los demás, dejarán de preguntarte tu opinión, lo mismo que si cuando quedas con otros para tomar un café te pasas el rato criticando o quejándote, al final tus amigos dejarán de proponerte ir a tomar el café.
Yo me doy cuenta de que a mí me ha pasado con muchas personas de mi entorno, familia, amigos, compañeros de trabajo o incluso parejas. Si cada vez que comento algo recibo comentarios negativos, o incluso ya sin comentar, esta persona está continuamente quejándose o en un espiral de negatividad, al final me aíslo de ellos y dejo de compartir nada.
La mayoría de las veces no somos conscientes de nuestro negativismo, hace falta parar y reflexionar para darnos cuenta -de aquí que me ponga a escribir estas líneas-. Y todos, en alguna medida, tenemos puntos de negatividad constantemente.
El choque grande que tengo al volver y que me genera frustración
Vivir entre dos mundos no es fácil, para nada. Pero es algo que llevo haciendo desde los 18 años. Media vida adulta en Nicaragua y la otra mitad en Barcelona. Al final, no vives en ninguno de los dos sitios y en ambos al mismo tiempo. “Menos mal” que ahora, que soy Nómada digital, ya no vivo en ninguno sitio y todavía es más extraña la sensación.
El hecho es que cuando estoy en Barcelona, aguanto poco tiempo sin ponerme nervioso y empezar a pensar en marcharme. Normalmente son unos meses, cuando empieza a venir el frío y me canso del ambiente general que hay. Pero esta vez me pasó a las 24 horas de haber vuelto, me di cuenta de ello y empecé a reflexionar -de aquí que esté escribiendo, justamente, estas líneas-.
Ahora la excusa para tantísima negatividad es buena: El coronavirus. Desde que he llegado, cuando hablo con cualquier persona, solo encuentro comentarios negativos, continuamente y hacia todo. Que si el gobierno es una mierda, que si en Madrid están reteniendo las mascarillas de un hospital y que no hacen el cierre debidamente, que la gente es subnormal y está paseando en las calles como si nada, que si los hospitales van a colapsar y la economía se va a la mierda, que lo de los autónomos es tan injusto…
“Vale, puedo estar de acuerdo con la mayoría de las cosas que me dices, pero es que yo solo te he preguntado: ¿Cómo estás tú?”.
Vengo de pasar seis meses preocupándome de en qué restaurante voy a comer, qué templo voy a visitar, la excursión que me apetece hacer la semana que viene, en qué hotel voy a dormir o qué avión debo coger para ir a mi próximo destino en busca de una playa perfecta. Hablando y relacionándome con personas que están en la misma situación, donde impera el buen rollo, las risas y anécdotas.
¿Entiendes ahora la hostia que me supone volver voluntariamente sabiendo que tengo la opción de volver a marcharme cuando quiera? Es que estos últimos seis meses no he estado de vacaciones, puedo vivir así siempre.
El problema es que no es algo puntual debido al coronavirus. Aunque ahora pueda ser esto, antes fue otra cosa. Más acentuado todavía lo veo en Catalunya, donde la sociedad lleva años de crispación, de quejas constantes y de injusticias varias. Pero ese mismo negativismo generalizado también lo encontramos en muchos otros sitios.
Es demasiado fácil caer en él. Porque la vida está llena de frustraciones, la mayoría de la gente tiene un empleo que detesta y diariamente hace cosas que no le gustan. Tiene que estar pagando unas facturas que le cuestan muchísimo esfuerzo, en un sistema que considera injusto.
Las noticias son la mayor fuente de negatividad.
Pero es que además, estamos constantemente bombardeados de negatividad. Si analizas un telediario cualquiera, te darás cuenta de que las noticias negativas equivalen a más del 80% del total de las noticias, el otro 20% seguramente son sencillamente noticias culturales o sin demasiada trascendencia y, muy probablemente, no haya ni una sola noticia positiva.
Hay un libro muy interesante que leí recientemente y habla exactamente de esto, Factfulness. Continuamente tenemos estímulos negativos, por todos lados, lo que hace que, de manera inconsciente, veamos todo y seamos negativos. Por eso la depresión es una de las enfermedades más peligrosas actualmente
Los países ricos somos más negativos que los países pobres.
Esta conclusión me sorprendió muchísimo, resulta que en Barcelona somos mucho más negativos que en Nicaragua, pese a tener muchísimas menos razones para serlo. Lo mismo pasa entre Madrid y una aldea de Tailandia, solo he puesto dos ejemplos que conozco muy bien.
Pienso que el motivo de que haya una tendencia al negativismo es cultural. Evidentemente, a más educación, más acceso a la información, con lo que si tenemos mucho más acceso a información que es mayoritariamente negativa, nos empaparemos de negativismo.
Pero también hay otro factor que considero todavía más importante: las aspiraciones y las frustraciones.
En Europa, a nuestra generación, nos han enseñado que podemos ser lo que queramos -por lo menos nos lo han vendido así- y que con esfuerzo podemos llegar a tener todo lo que deseemos. Esta película lleva a muchísimas frustraciones, porque la vida real para la mayoría de la gente es muy diferente.
Voy a poner un ejemplo: Cuando le he preguntado a un niño en Barcelona qué quiere ser de mayor, las respuestas son muy dispares. “Bombero, astronauta, médico…”, la mayoría de las veces que le he hecho la misma pregunta a un niño en zonas rurales de Nicaragua -donde tengo 5 ahijados- la respuesta la mayoría de las veces es “no sé, trabajar.”
No es que no tengan sueños, es que las aspiraciones son muy diferentes, porque sus padres no les han dicho “Puedes ser lo que quieras”, porque los padres no lo piensan. Saben perfectamente que su hijo tiene muy pocas posibilidades de terminar siendo médico y absolutamente ninguna de ser astronauta.
La gente en países pobres es más realista, porque su día a día e mucho más duro, con lo que tiene menos aspiraciones y, en consecuencia, menos frustraciones.
Para escribir este artículo, he hecho una prueba y he llamado a amigos cercanos en Nicaragua, “mi familia Nicaragüense”, gente que ha pasado dos guerras civiles y que vive con muy poco, que ayer recibió la noticia de que ha llegado el coronavirus y que sabe que el país no va a poder hacer absolutamente nada para dar una respuesta sanitaria a ello. Sencillamente les he preguntado: ¿Qué tal, cómo van?.
A pesar de que tienen mil motivos por ser negativos y que quizás los primeros comentarios lo han sido, rápidamente han pasado a contarme que están bien, que el clima está todavía rico y que cuando voy a ir a verlos, que no me preocupe que “Mientras haya frijoles y café, no hay falla.”
Cómo dejar de ser negativo.
Evidentemente, no existe una receta para ello, pero sí que pienso que es algo que se puede entrenar y que es fácilmente manipulable si tomamos consciencia de la importancia que tiene en nuestra vida.
Lo primero que hay que tener es consciencia sobre ello, de que es importante no ser negativo y queremos tratar de ser positivos. Esto es, sin lugar a dudas, imprescindible. La mayoría de las personas no se han planteado nunca esto.
La importancia de la empatía
Pensar antes de hablar y tener empatía con los demás, es una grandísima virtud que se puede trabajar. Cuando alguien venga a contarnos algo, piensa cómo le va a afectar tu respuesta antes de dársela. No te digo que mientas o que seas falso, para nada.
Lo que te digo es que la primera respuesta puede ser de maneras muy diferentes y que la percepción de la otra persona hacia tu respuesta va a variar totalmente. No es lo mismo que, de primeras, le remarques un fallo y le digas por qué crees que está equivocado a que le muestres interés y le invites a explicarte más, aunque después le hagas la misma crítica que podías hacer al inicio.
Dejar pasar muchas cosas
No voy a decirte que todo es de color rosa y que seas feliz y sonrías incluso cuando alguien te de una patada en los huevos. Pero sí que pienso que muchas veces damos importancia y nos tomamos fatal pequeñas cosas absurdas que nos hacen entrar en negatividad.
Cada día convivimos con cientos o miles de personas y es evidente que no siempre es fácil, pero al final la decisión de cómo nos tomamos las cosas y dejamos que nos afecten es nuestra. Hay que aprender a relativizar y dejar ir, muchas veces nos enfadamos y nos obcecamos por cosas en las que no podemos hacer nada. Afectando de manera negativa a todo el resto de cosas y personas que nos rodean.
Rodearnos de personas positivas
Esto es también otro factor determinante. Si todo nuestro entorno es muy negativo, tenderemos a serlo nosotros también. Hacerle saber las actitudes negativas a las personas de las que te rodeas -sin hacerlas sentir mal- y tratar de llevarlas a un terreno positivo, puede tener un efecto inesperado.
Por ejemplo en esta situación: Si nos encontramos a alguien que está “quejándose por deporte” y en lugar de entrar en su juego y unirnos a las quejas, le sacamos un tema positivo o le explicamos un plan en el que pueda también sentirse entusiasmado, la mayoría de las veces va a cambiar el chip de manera totalmente inconsciente y pasará de la queja a la aportación sin darse ni cuenta.
Victimismo vs responsabilidad
Ser consciente de tus actos y las consecuencias que conllevan no es fácil.
Todos conocemos a alguien que todo lo sale mal, al que le tienen manía y que termina teniendo problemas con los demás allá donde vaya. Evidentemente, cuando te cuenta su parte de la historia, siempre es la víctima injusta y no entiende por qué el resto lo putean de esa manera.
Tener una actitud victimista ante la vida es un camino fácil, pero lleno de amargura. Si encima le agregas la continua queja y reproche hacia los demás, se traslada esa amargura a la gente que rodea, causando más frustraciones y culpabilidad.
Aunque no nos guste aceptarlo, esta realidad es mucho más frecuente de lo que imaginamos, y todos hemos convivido en algún momento de nuestras vidas con ello.
Si en lugar de hacernos las victimas entendemos que, la mayoría de las cosas que nos pasan son por consecuencia nuestra y, sencillamente, aprendemos de nuestros errores, viviremos mucho mejor. Tomar responsabilidad de nuestros actos y decisiones u omisiones -no hacer nada ante una situación, es también una decisión-, evitará que culpabilicemos a los demás de todo y caigamos en un espiral negativo.
Aceptar la crítica de los demás y buscar sonreír en lugar de quejarse.
Muchas veces la gente nos dice cosas que no nos gustan, es normal, cada quien tiene su opinión, no tenemos poder de decisión sobre ello.
Pero cómo nos afectan estas críticas sí que está en nuestras manos. Hay que restarle importancia a los comentarios negativos, muchas veces merece más la pena una frase amable con una sonrisa, aunque sea totalmente lapidante para el otro, que una discusión encarnizada en la que dos argumentos contrapuestos se chocan sin final, a pesar de que alguno de los dos tenga la razón.
No es difícil pensar en alabar lo bueno en lugar de centrarse en lo malo (sonreír en lugar de quejarse). Es lo mismo que explicaba antes: La primera impresión que recibimos de una persona, es muy importante y determina la manera en la que captamos a esa persona.
Si lo primero que percibimos es una queja, no reaccionaremos igual a que si lo primero que recibimos de alguien es una sonrisa y esa primera impresión marcará totalmente como recibamos lo posterior. Seguro que te ha pasado alguna vez que has hablado con alguien y, desde el minuto cero, ya te ha cansado porque no paraba de quejarse.
Ser resolutivo ante los problemas.
Para mí esta es una de las cosas más importantes que existen. Cómo afrontas los problemas.
Hay personas que cuando tienen un problema se hunden con él, en lugar de tratar de encontrar solución al mismo, se centran en que hay un problema y se agobian muchísimo, repitiendo una y otra vez que está el problema, pero siguiendo sin buscarle la solución.
Si de algo estoy orgulloso es de considerarme un tío resolutivo. He sido muy inquieto y en la vida me he encontrado con infinidad de problemas, bastantes más que la mayoría de las personas y algunos de muy gordos, pero siempre he actuado de la misma manera: buscando solución desde el primer minuto.
Algunas veces la solución ha sido más acertada que en otras, pero el primer paso a la solución correcta siempre es ponerse a buscarla, tratar de resolver el problema. En mi caso particular, seguramente el hecho de haberme expuesto a tantos ha hecho que me haya curtido, que pueda relativizar muchísimo y que, por experiencia, sepa que ante un problema hay que ponerse manos a la obra en lugar de quejarse, porque de la queja no llegará la solución.
Si lo piensas, estoy seguro que, en caso de un problema, prefieres tener a tu lado a alguien resolutivo que alguien que solo se queja. De hecho, al que solo se va a quejar, prefiero directamente ni tenerlo cerca.
Cuando buscas soluciones y te dejas de quejar, olvidas la parte negativa del asunto y transmites algo mucho más positivo: seguridad, determinación y resolución.
Nunca vas a querer ser la persona negativa
Si lo piensas bien, siempre te gustaría verte a ti mismo en la situación buena, en la que el resto de personas tiene una percepción positiva de ti, aquella persona con la que pasar el rato es agradable y que motiva a los demás, de quien los otros se quieren rodear.
La negatividad en nuestras vidas es algo que hay que tratar de evitar al máximo, que nos afecta mucho más, es algo que, valga la redundancia, es solamente NEGATIVO.
En nuestras manos está cambiarlo.