“Només tu decideixes el teu camí.”
Leo esta frase varias veces, cada día, desde hace más de un año. Me ayuda a responsabilizarme de mis acciones, buenas y malas, y las consecuencias de las mismas.
Para mí, es algo muy importante. Tan importante, que es parte principal de mi antebrazo derecho y está tatuada entre medio de un reloj sin agujas que me mantiene en el presente, una palmera que me recuerda mi carácter tropical y un sello que pone “LLIURE DES DE 1987”.
Además de lo obvio, hay un significado de esta frase que también me parece muy importante como principio: nadie está capacitado, ni es dueño, para decidir por mí.
Antes, en demasiadas ocasiones, había tenido el mal hábito de buscar cómo culpar a otros de mis desgracias, de echar balones fuera o de pensar que el destino es malo e injusto y que por eso me había pasado X o Y.
También me había quejado por encontrarme en situaciones causadas por haber seguido los caminos de otros o no haber intervenido cuando no estaba de acuerdo con lo que se decidía.
Hubo un momento, no recuerdo cuándo fue, que decidí que no. Que a partir de ahora iba a tratar de tomar responsabilidad absoluta de mis actos, acciones e inacciones y sus consecuencias.
Y que lo que sucedía, había sido influido y escogido por mí.
Porque responsabilizarme de mis acciones es la única manera de tomar mejores decisiones constantemente, actuar y no quejarse tanto -o nada-.
Al mismo tiempo también comprendí que no hacer nada es también una decisión y tiene responsabilidad. La inacción es también una elección que hacemos nosotros, a pesar de que muchas veces pensamos que no hacer nada es lo más fácil.
Me sorprende continuamente la de personas que veo que detectan que hay un problema pero no hacen nada para solucionarlo.
Bueno, de hecho, toda esta secuencia de correos es exactamente para tratar de resolver esto. Si no, no la hubiera llamado “Déjate de hostias”.
Es increíble la cantidad de chorradas que nos inventamos para no hacer aquello que sabemos que hay que hacer.
Buscamos excusas, nos autoengañamos, nos decimos que sí y luego no hacemos, agendamos para después, procrastinamos…
Al final, la única diferencia real está en hacer o no hacer algo.
Y tomar la responsabilidad de sus consecuencias es necesario. Porque negarlo no cambiaría la realidad, sencillamente nos convertiría en seres irresponsables.
Otra máxima que aplico, siempre, -aunque no la tengo tatuada- es la siguiente: NADIE LO HARÁ POR TI.
Yo de ti, la recordaría constantemente.
Cuando quieras algo, si sabes que hay una acción que te acerca a la solución, déjate de hostias y hazlo, porque nadie lo hará por ti.
¿Quieres estar en forma y sabes que hay que hacer deporte? ¿Quieres comenzar un negocio o un proyecto? ¿Te gustaría hablarle a aquella persona que te gusta para tratar de ir a tomar un café o tener una cita?
La lista es infinita. La responsabilidad de hacer o no hacer algo, es únicamente tuya.
Ojalá viviéramos en un mundo donde todos nos responsabilizamos de aquello que hacemos -y de lo que no, también-.
Tip de 10 minutos de hoy:
Piensa en todo aquello por lo que te has quejado últimamente y la responsabilidad que has tenido tú en ello y apunta.
¿Dejas que pasen cosas que no te gustan? ¿Has identificado una situación que no te gusta y no haces nada al respecto para cambiarlo?
Nadie lo hará por tí.
El primer paso hacia la libertad es saberte capaz de ella.
El segundo, no aceptar otra cosa.
Un abrazo,