En 2002, Scott Seamans, Lyndon Hanson y George Boedecker Jr. no buscaban revolucionar la moda.
Estos tres amigos navegantes solo querían un zapato náutico cómodo y antideslizante.
Durante una tarde de navegación, a los 3 amigos les llamó la atención una sandalia de la marca canadiense Foam Creations hecha con una resina especial llamada Croslite.
Ese calzado náutico era increíblemente cómodo, resistente a los olores, liviano y amoldable tanto a la tierra como al agua.
Fue en ese momento cuando Seamans, quien ya era parte de la industria del calzado, decidió que iba a comprar los derechos del material y crear, junto al resto, su propia marca de calzado náutico.
Nace Crocs.
El primer modelo, llamado Beach, era simple: ligero, de gran durabilidad, resistente al agua y con agujeros para que los pies respiraran. Se presentó en el Salón Náutico Fort Lauderdale Boat Show, donde vendieron 200 pares en un día.
Fue un éxito instantáneo.
Pero Crocs no se quedó ahí.
Supieron expandir su mercado más allá de los navegantes.
Profesionales como médicos, enfermeros y chefs adoptaron los zuecos por su comodidad ante jornadas maratonianas de pie.
En 2006, apenas cuatro años después de su lanzamiento, la empresa ya cotizaba en bolsa y sus ventas alcanzaban los 1.000 millones de dólares anuales.
Todo parecía perfecto… hasta que no lo fue.
La empresa diversificó su catálogo con demasiados productos que no conectaban con los clientes y abrió más tiendas de las necesarias.
Entre 2007 y 2009, la crisis financiera mundial golpeó con fuerza, y Crocs no estaba preparada. La empresa reportó pérdidas de más de 185 millones de dólares. Muchos analistas vaticinaban el fin de la marca.
Sin embargo, 2014 marcó un punto de inflexión.
Andrew Rees, un experto en gestión de marcas de consumo, asumió el liderazgo como presidente de la compañía y su visión la salvó de la ruina.
Sus decisiones estratégicas fueron claves:
- Volver a lo básico.
Rees decidió centrarse en el producto estrella: los zuecos clásicos. Se eliminaron las líneas de productos menos rentables y se reforzó la identidad original de la marca.
- Cerrar tiendas para abrir canales digitales.
Crocs redujo su presencia física, cerrando fábricas y tiendas propias. En lugar de eso, invirtieron en comercio electrónico, donde las ventas pasaron a representar más del 50% del total.
- Colaboraciones icónicas.
Al asociarse con marcas como Balenciaga y artistas como Justin Bieber o Bad Bunny, Crocs se reinventó como un artículo de moda. Incluso diseñadores de alta costura comenzaron a incluir los zuecos en pasarelas (da igual, sigue siendo horroroso).
- Compromiso con la sostenibilidad.
En los últimos años, Crocs se comprometió a ser una marca más ecológica, apostando por materiales reciclados y por la neutralidad en carbono para 2030.
- Conexión con las nuevas generaciones.
Han sabido reírse de su reputación como “los zapatos feos”. Un ejemplo claro es el eslogan “Come As You Are” (“Ven como eres”), que fomenta la autoaceptación y la individualidad. Este mensaje conecta especialmente con las generaciones más jóvenes, que valoran marcas que promueven la autenticidad y la diversidad.
- Comunicación fresca, divertida y colorida.
Sus campañas están diseñadas para viralizarse en plataformas como Instagram, TikTok y Twitter, donde interactúan directamente con sus seguidores. Cuenta (entre todas las redes) con más de 12 millones de seguidores. Por ejemplo, en TikTok, han lanzado desafíos y tendencias que invitan a los usuarios a mostrar cómo personalizan sus Crocs con los famosos Jibbitz (accesorios que se insertan en los agujeros del zapato).
En 2023, las ventas llegaron a los 4.000 millones de dólares, consolidándose como un fenómeno global.
Hoy, Crocs es una mezcla única de funcionalidad, estilo y narrativa.
Han convertido sus “zapatos feos” en una declaración de identidad.
A veces, el peor defecto de tu producto puede convertirse en su mayor fortaleza.