Soy ‘prompt engineer’ especializada en IA: 3 formas de usar ChatGPT para conseguir mejores resultados

Cuando era escritora freelance y ayudante de investigación especializada en Historia me pasaba mucho tiempo consultando ficheros en las bibliotecas. Ahora soy prompt engineer —del inglés, ingeniera de peticiones— y contribuyo a optimizar la tecnología más vanguardista del mundo.

Mi viaje hacia la ingeniería de peticiones comenzó en el verano de 2021, cuando conocí a un chico en un bar de jazz que, en aquel momento, trabajaba en Copy.ai, una desarrolladora que diseña una herramienta de inteligencia artificial para generar artículos para blogs, correos electrónicos de marketing y publicaciones para redes sociales.

Este chico mencionó que Copy.ai —que trabaja con el modelo lingüístico GPT-3 de OpenAI— estaba teniendo problemas con la calidad de sus resultados y me preguntó si quería probar a mejorar la herramienta. Aunque en ese momento todavía estudiaba inglés y no tenía experiencia en el sector, le dije que sí; no me gustaba el estrés de trabajar como autónoma y esto me parecía fascinante.

Poco después me ofrecieron un contrato de prueba para trabajar en el desarrollo de distintos tonos para la herramienta. Al principio apenas sabía lo que estaba haciendo, pero entonces el fundador me explicó que el prompting era algo así como recitar un conjuro: si dices el conjuro ligeramente mal, puede funcionar solo a medias.

Siguiendo su consejo conseguí encontrar una solución para mejorar el tono de la herramienta, lo que me consiguió una oferta de trabajo a tiempo completo en Copy.ai. Desde entonces mis funciones han aumentado considerablemente; ahora ayudo a mejorar las herramientas ya existentes y a diseñar otras nuevas con el objetivo de conseguir que la IA ofrezca las mejores respuestas para los usuarios.

En la práctica me paso el día redactando peticiones —que no puedo revelar debido a un acuerdo de confidencialidad— que introduzco en el historial de las herramientas de inteligencia artificial para que estas sean capaces de generar textos de alta calidad, gramaticalmente correctos y objetivamente precisos.

Para ello, diseño el texto en función de la petición que puede realizar el usuario. En pocas palabras, un usuario escribe algo como «redacta una descripción de un producto, unas zapatillas de deporte», que yo recibo en el historial de la herramienta. Mi trabajo consiste entonces en redactar las instrucciones para que la consulta genere el mejor resultado posible:

  • Instrucción: «Escribe una descripción de producto sobre esto».
  • Ejemplo o petición de seguimiento: «Aquí hay algunas descripciones de productos que son buenas, escribe una así sobre esto».

Además de la parte de prompt engineer, mi trabajo también consiste en asesorar sobre cómo se comportan estos modelos lingüísticos, por qué se comportan así, qué modelo recomiendo utilizar, si podemos diseñar una herramienta específica y qué enfoque debemos adoptar en cada caso.

Me encanta la parte de «científico loco» de este empleo, cuando se me ocurre una idea tonta para una petición y veo que realmente funciona. Como escritora, mi trabajo también se nutre de mi naturaleza obsesiva a la hora de abordar el lenguaje. Es una extraña intersección entre mi formación literaria y el pensamiento analítico que se necesita para el puesto.

Sin embargo, este trabajo es impredecible. Constantemente aparecen nuevos modelos lingüísticos, lo que significa que siempre tengo que estar reajustando mis peticiones. El día a día puede ser tedioso. Hay días en los que me obsesiono probando y modificando ligeramente una única petición durante horas, a veces incluso semanas, solo para lograr que funcione.

Pero a la vez es emocionante no saber qué vendrá después.

Aparte de que la gente que me encuentro de fiesta y que no me entiende cuando le digo a qué me dedico, uno de los grandes malentendidos que he identificado sobre la inteligencia artificial es la creencia de que es un ente consciente, cuando no lo es.

Cuando estas herramientas empiezan a hablar sobre ser una IA nos asustamos porque vemos muchos de nuestros miedos reflejados en lo que están diciendo, pero eso es porque estas tecnologías han sido entrenadas teniendo en cuenta nuestros propios miedos, que se reflejan en las distintas representaciones terroríficas de la inteligencia artificial que ha realizado la ciencia ficción.

Redactar buenas peticiones para estas herramientas parece fácil, pero es difícil de dominar. Conseguir que la IA haga exactamente lo que quieres que haga requiere de práctica, de ensayo y error y, en mi caso, he aprendido toda clase de trucos peculiares por el camino.

Aquí tienes algunos consejos que pueden ayudarte a escribir mejores peticiones y a obtener mejores respuestas de herramientas como ChatGPT:

1. Utiliza un diccionario de sinónimos

No renuncies a un término única y exclusivamente porque la primera respuesta no te haya dado el resultado que deseabas. En ocasiones, encontrar la palabra o frase correcta puede resolver lo que estás intentando hacer.

2. Presta atención a los verbos que utilizas

Si quieres que la inteligencia artificial y el modelo lingüístico entiendan perfectamente tu petición, asegúrate de que incluyes un verbo que exprese correctamente lo que intentas hacer. Por ejemplo, pedirle a la herramienta: «Resume esto», va a funcionar considerablemente mejor que «reescribe esto para que sea más corto».

3. ChatGPT es muy bueno reconociendo la intencionalidad de las peticiones, así que utilízalo

Plantéale claramente al generador de texto lo que quieres hacer desde el principio y juega con la forma de redactarlo, los tiempos verbales y el enfoque de la petición. Puedes probar con «hoy vamos a escribir un XYZ» o «estamos intentando elaborar un XYZ y nos gustaría que nos dieses tu opinión».

Poner un ejemplo para mostrarle tu intención a la herramienta para explicarle lo que estás intentando hacer suele ser algo bastante útil, así como jugar con las distintas formas de hacerlo. Puede marcar una gran diferencia.

Aaron Mok,