El que lleva dos décadas cotizando, pagando impuestos como si estuvieras apadrinando 3 ministerios y aún se consuela diciendo “bueno, al menos tendré mi pensión”.
Spoiler: no.
Te quedan cinco años.
Cinco.
Ni diez, ni veinte. Cinco años para espabilar y montarte el chiringuito del retiro tú solito.
Porque si esperas a que el Estado te salve, igual acabas compartiendo piso con tu ex suegra y un robot de la Seguridad Social que te dice “espere turno”.
¿Por qué cinco años?
Porque a los 40 y pico todavía tienes energía, algo de pelo, y, con suerte, ganas de comerte el mundo.
A los 50 y tantos ya te han pasado por encima los hijos, los jefes, los políticos, el euríbor y la próstata.
Y a los 60… bueno, a los 60 ya estás leyendo blogs de salud renal y te emocionas cuando encuentras una silla libre en el metro.
Así que sí: cinco años para dejar de mirar Netflix como si fuera un plan de vida y empezar a mover ficha.
¿Qué significa moverte?
- Empezar a ahorrar como si tu futuro dependiera de ti (porque depende de ti).
- Aprender a invertir sin caer en el NFT del mono que fuma porros.
- Hacer que tu dinero trabaje por ti. No al revés.
- Montar un plan B. Aunque sea vender mermeladas con IA, pero algo.
- Dejar de gastar como si fueras millonario emocional.
Pero… ¿y la pensión?
Oh, claro, la pensión.
Ese unicornio socialista que nos prometieron mientras firmábamos hipotecas a 30 años y nos subían la edad de jubilación sin anestesia.
La pensión será una ayuda, no una solución.
Y si llega, será como ese pan con chorizo que te daban en el cole: insuficiente, seco, pero con suerte.
¿Y si no hago nada?
No pasa nada.
En cinco años te habrás comido tu colchoncito, tu paz mental y tu margen de maniobra.
Te encantará seguir trabajando hasta los 72 para pagar una residencia de mierda en la que te darán gelatina caliente y te pondrán Telecinco a todo volumen.
Pero oye, tú sabrás.
Puedes seguir quejándote de los políticos y de lo mal que está todo…
O puedes hacer algo ahora que todavía puedes levantar el culo sin que crujan las rodillas.
¿Lo bueno?
Que aún hay tiempo. Poco, pero lo hay.
Y que nunca ha sido tan fácil montar algo propio, invertir desde el móvil o aprender gratis en YouTube.
Tienes herramientas, tienes acceso.
Lo único que te falta es dejar de mirar el WhatsApp y ponerte en modo guerra.
Porque sí, te quedan cinco años.
Pero si los usas bien, igual luego tienes cincuenta para hacer lo que te dé la gana.