Este joven pasó de vivir en la calle a ayudar a los multimillonarios a vender y comprar islas privadas en todo el mundo

La obsesión de Chris Krolow por las islas empezó cunado tenía 19 años y trabajaba como guía turístico en Canadá para un grupo de alemanes. «Lo más importante para estos europeos era tener una isla para ellos solos, y Canadá tiene muchas», cuenta a Business Insider. «Estaban en el cielo».

La gente pagaba 5.000 dólares (unos 5.049 euros) por persona por la isla, un margen impresionante para el adolescente que dirigía él solo la empresa turística y que utilizaba los campings nacionales canadienses. «Con la empresa, yo solo pagué 20 dólares por alquilar la isla entera durante una noche», explica Krolow. «Me di cuenta de que había negocio aquí».

Más de 20 años después, Krolow es ahora un experto en islas y propietario y operador de Private Islands Inc, un marketplace de compraventa y alquileres de islas en todo el mundo.

También ejerció durante cuatro temporadas como productor ejecutivo y presentador del programa Island Hunters de HGTV, en el que mostraba a los posibles compradores de islas las propiedades en distintos lugares del mundo.

«Después de presentar el programa, varias cadenas se interesaron y al final nos quedamos con HGTV, pero insistieron en que el programa siguiera el formato de su marca House Hunters«, afirma Krolow.

El joven empresario posee varias islas en lugares como Canadá y el Caribe y asegura que los alquileres de esas propiedades son una fuente de ingresos clave, ya que constituyen alrededor del 25% de sus ingresos anuales. El resto proviene de las comisiones que obtiene de las ventas de las islas.

De guía turístico a vendedor de islas

Krolow se fue de casa a los 14 años y pasó un año viviendo en la calle antes de reunir dinero suficiente para comprar un vuelo a Londres. Volvió a Canadá para terminar sus estudios, pero cuando terminó, a los 18 años, regresó a Reino Unido para trabajar en el sector de la restauración.

Mientras trabajaba en hostelería, Krolow explica que reconoció el potencial de ser guía turístico para los europeos que querían explorar Norteamérica. Asegura que las personas que conoció mientras viajaba, especialmente los alemanes, estaban fascinados con Canadá, por lo que fue apuntando todas las cosas que los turistas del Viejo Continente querían hacer, antes de iniciar su empresa.

Krolow colocó folletos en los campus universitarios de Alemania y puso unos cuantos anuncios en periódicos con información de los posibles viajes. «No estaba seguro de adónde iría a parar, pero puse anuncios y la respuesta fue inmediata», explica.

«Era solo un niño y mi objetivo era ganar el máximo dinero posible y pagar lo mínimo en los campings: les daba perritos calientes con pan blanco Wonder Bread. Les encantaba», añade. «Pero me acabaron cerrando el negocio porque no tenía ningún permiso para hacerlo».

Sin embargo, gracias a todas las personas que conoció durante aquel tiempo, algunos propietarios de islas, hizo muchos contactos. «Pensé en una forma de monetizar la experiencia que conseguí en ese periodo, así que monté una página web con algunas islas en venta, con unas 12 o 18″, afirma.

En lugar de actuar como un intermediario, decidió tratar su negocio como una herramienta de marketing y asociarse con agentes locales.

Había dado con una fórmula inteligente: comercializar una isla privada de forma individual es caro, ya que el público que alquila o vende es muy reducido y está muy esparcido. Sin embargo, utilizar una plataforma de destinos como la suya reducía los costes y atraía a un público mundial. 

Parte de su estrategia se basó en sus conocimientos de internet. Se había formado en diseño web tras el cierre de su empresa de viajes.

«Básicamente, se trataba de conseguir todas las palabras clave de las islas privadas, porque, al principio, todo el mundo luchaba por ser el primero en los buscadores de internet» a finales de los 90, explica. «Mi objetivo era poseer la marca de las islas privadas».

Su primer cliente le encontró poco después de lanzar su página web. Alguien de Panamá le ofreció una comisión por poner en venta su isla y no tardó en hacerlo. «Eso fue una casualidad, por supuesto, como la suerte del principiante, pero fue entonces cuando decidí que merecía la pena. La gente no solo está loca por alquilar islas, sino que pagará extra por poseer una», afirma Krolow.

En la actualidad, el joven emprendedor comenta que hay una gran demanda en las Islas Griegas, pero el proceso de venta puede llevar años debido a la burocracia.

En algunas regiones insulares más cercanas a las grandes ciudades, como Georgian Bay (Ontario), las islas pueden ser adquiridas incluso antes de que salgan al mercado, pero añade que normalmente se tarda entre 6 meses y un año en cerrar una operación.

Comprar sus propias inversiones

Canadá cuenta con más de 52.000 islas, es el cuarto país que más tiene del mundo, lo que proporcionó a Krolow una oferta y una demanda local constante, así como la opción de comprar su primera isla: el islote Deepwater, de 30.000 metros cuadrados en Sans Souci, Georgian Bay, que, según afirma, empezó a alquilar en 2013 para turistas.

Krolow estaba tan seguro de adquirir esta propiedad porque había visto la rentabilidad de los alquileres de las islas a través de su propio negocio. «Era mi propio dinero, y compré la isla al contado, pero teníamos mucho tráfico en la web, solo de alquileres para otros propietarios».

Después de explorar el mercado de las islas canadienses, Krolow se dirigió a Belice, otro país anglófono cuyo litoral está bordeado de innumerables islas y cayos. Se estima que hay unas 450.

Su idea era sencilla: encontrar una isla apartada y crear un complejo turístico privado, con espacio solo para una pareja. Por ello, se asoció con el promotor David Keener, un antiguo cliente que salió en uno de los episodios de Island Hunters con Krolow. «Le conté mi idea, me miró y luego abrió una cerveza —recuerdo que era una Heineken— y dijo: ‘Hagámoslo’«.

El resultado fue la isla privada de Gladden, donde las parejas pagan 3.950 dólares (unos 3.990 euros) por noche, para alojarse en un espectacular recinto (para 2 parejas, el coste es de 4.950 dólares por noche). El personal de la villa-hotel vive en una segunda isla contigua.

Krolow no ha querido revelar el coste de la propiedad, pero dijo que a otra persona le hubiese costado unos 5 millones de dólares hacer la instalación que ellos habían construido. También añade que Gladden está reservado con un año de antelación, salvo alguna cancelación ocasional, hasta el punto de que está construyendo una segunda propiedad en las cercanías, llamada Sapodilla y que pretende abrir el año que viene.

La ubicación y las consideraciones estacionales son vitales para obtener beneficio como propietario de una isla

Krolow afirma que, para él, es crucial centrarse en la clientela del más alto nivel, ya que de otro modo es casi imposible ganar dinero. «El mantenimiento de una isla privada siempre va a costar más que el de un hotel de lujo, por ejemplo, solo con los costes de transporte al que no tiene que hacer frente un complejo turístico que esté en tierra firme; o el seguro contra huracanes», explica.

Las islas también pueden ser estacionales, lo que reduce la demanda y, por lo tanto, las ganancias del propietario. Las islas de Canadá, por ejemplo, suelen alquilarse solo durante los meses de junio a septiembre debido al clima; sin embargo, los impuestos de la propiedad se pagan todo el año.

El aislamiento también es clave: si se alquila una habitación por miles de dólares, la isla debe ser realmente privada, es decir, que no haya alojamiento por 100 dólares la noche para los pescadores en playas cercanas.

Para que sea viable, también debe estar lo suficientemente cerca del continente para que un taxi acuático no resulte demasiado caro y pueda incorporarse al presupuesto de los turistas. «Es casi imposible si está demasiado lejos, porque también hay que llevar a alguien para que haga las habitaciones cada vez que se van los huéspedes«, comenta Krolow.

Parte de su estrategia consiste en centrarse en los alquileres de una semana en lugar de noches sueltas (la estancia mínima de Gladden es de 7 noches por reserva). La política de cancelación también debe ser estricta: Krolow reembolsa el 80% del importe de la reserva si se cancela por escrito entre 60 y 90 días antes de la llegada, mientras que no se hacen devoluciones después de ese plazo.

Las cancelaciones, afirma, son «raras», pero la lista de espera suele permitirle cubrir rápidamente cualquier hueco. «No es un complejo turístico en una isla con 12 villas en las que hay 12 ingresos. Hay literalmente un grupo por día, así que una cancelación de última hora puede hacer que los márgenes se vuelvan negativos», afirma.

Mark Ellwood