Riesgos. El peligro del exceso de precaución

Cuando nació mi hija hace ya veinte años (como pasa el tiempo), muchos amigos y familiares también tuvieron sus primeros hijos. Si has vivido algo parecido te habrás dado cuenta de algunos elementos comunes.

Uno de los temas de conversación habitual entre padres primerizos es el de la seguridad de los nuevos miembros de la familia. Y como suele ocurrir en todos los aspectos de la vida, te encuentras con todo el espectro de posibilidades.

Por eso existe toda una industria de accesorios que pretenden transmitirte la sensación de que, gracias a ellos, tu criatura se mantendrá a salvo. Lo que ocurre es que no todo se puede prever y siempre hay algún factor que se te escapa.

Desde cantoneras de gomaespuma para mesas hasta protectores para cajones pasando por barandillas para cunas, te puedes encontrar de todo. Pero como te digo, no todo es previsible.

Tengo familiares a los que sólo les ha faltado crear un perímetro laser en su casa para reducir el riesgo. Es como si se sintiesen peores padres si no hiciesen todo, incluido lo absurdo, para que a su retoño no sufra ningún percance.

Incluso parece que te tratan de demostrar que son mejores que tú porque no te obsesionas del mismo modo con la sobreprotección. No es muy distinto de la forma en que te miran algunas personas cercanas cuando profesionalmente decides asumir algunos riesgos o, ¡Dios mío estás loco! te empeñas en ser un Profesional Libre.

Lo que ocurre es que hay cosas más o menos probables y otras cuya posibilidad tiende a cero. Y hay que saber donde está el límite.

El exceso de precaución profesional

Te he hecho esta introducción para decirte que ese temor por lo que puede pasar es algo que nos acompaña en todo momento, también como profesionales.

Al encontrar un empleo o poner en marcha un proyecto de negocio nos comportamos como cuando tenemos nuestro primer hijo. En lugar de dejarlo crecer y que se equivoque, existe una tendencia a la sobreprotección y eso acaba asfixiándolo.

Suelo decir que tuve la suerte de que otros tomasen una decisión que debí haber tomado yo mucho antes. Me refiero al momento en el que me quedé sin mi último empleo. Si la empresa en la que estaba no hubiese estado desintegrándose, seguramente seguiría allí haciendo algo que no me llenaba.

Eso es como comprar un arnés para llevar atado al niño como un perro. Puede que tu estés más tranquilo, pero el efecto que puede tener en la personalidad del crío puede tener unas consecuencias y un coste imprevisible.

Saber donde poner los límites

Poner protectores en los enchufes puede ser una decisión sensata, con un coste reducido y un efecto real. Conseguir todo tipo de aparatos, más allá de un termómetro, para monitorizar cada variable de la salud del retoño es absurdo y enfermizo.

Profesionalmente hay que saber donde poner los límites. Se pueden y se deben asumir riesgos. Hay momentos en los que hay que saltarse algunas reglas, atreverse a decir que no a algunas propuestas o decir lo que realmente piensas a tu jefe o a tu cliente.

Claro que puede ocurrir algo imprevisto y no deseado, pero las consecuencias de pasarse la vida previéndolo todo, pueden ser muy destructivas.

Si quieres poner en marcha un proyecto sencillo, hazlo. Si se te ocurre una buena idea y quieres implementarla sigue aquella regla de que pedir perdón es preferible a pedir permiso. Si estás perdiéndote la vida pensando que lo que haces es para ganarte la vida, elimina protecciones.

Un arañazo o un golpe te hace más fuerte

Eliminar cualquier riesgo es imposible, pero además es que empobrece. Llegar a casa con las rodillas chorreando sangre después de hacer el bestia en el parque o con la bici nos enseña algunas lecciones, entre ellas, que lo que no te mata te hace más fuerte.

Es posible que todas esas precauciones te hagan sentir mejor padre o madre, pero en el fondo lo estás haciendo por ti, por tu tranquilidad, por ponerte una etiqueta de progenitor del año. El problema es que quizás estás eliminando defensas para el futuro.

Profesionalmente ocurre algo parecido. No haber tomado una decisión fuera de lo normal, no haber dado un salto empresarial incomprensible o no haber arriesgado tu tiempo o dinero en una locura, puede que haga que tu Currículo sea impecable, pero también será poco distintivo.

No te digo que empujes a tus hijos a correr riesgos innecesarios. Tampoco te estoy diciendo que mandes a la porra a tu jefe simplemente porque te pone de los nervios. Lo que te propongo es que elimines algunas protecciones, que asumas algunos riesgos y que poco a poco vayas adquiriendo seguridad aunque también consigas algunos arañazos por el camino.

Creo que es imposible controlarlo todo. También creo que el mayor riesgo, con los hijos y con tu profesión, es no asumir riesgos. Por eso es importante saber donde poner esa línea que separa la seguridad de la parálisis.

Andrés Perez Ortega