Mientras reconstruía una propiedad akiya abandonada que compró en los suburbios de Tokio en 2022, Anton Wormann se cuestionaba a menudo su propia cordura.
Un año después, la transformación estaba completa: Wormann había renovado con éxito la casa japonesa para alquilarla en Airbnb y obtener ingresos extra.
Wormann, modelo de 30 años originario de Estocolmo, llegó a Japón por primera vez en 2015 para trabajar como modelo en una agencia japonesa. Se enamoró de la cultura japonesa, la cocina y la vida en Tokio.
Entre 2015 y 2019, pasó un tiempo en Nueva York, Milán, Londres y París mientras hacía visitas de ida y vuelta a Japón, y comenzó a aprender el idioma. En 2019, dio el paso y se mudó allí permanentemente.
Mudarse a Japón fue la «mejor decisión»
«Fue una de las mejores decisiones de mi vida», declara a Business Insider.
Tras instalarse en los modernos distritos de Shibuya y Sangenjaya, al oeste de Tokio, Wormann explica a Business Insider que empezó a comprar propiedades baratas y abandonadas en la zona y a venderlas para alquilarlas y obtener ingresos extra.
Había aprendido las técnicas de bricolaje necesarias viendo a su padre vender propiedades en Suecia, explica Wormann.
La compra de la Casa Sangenjaya en marzo de 2022 fue su proyecto más ambicioso hasta la fecha.
«Tiene casi 100 años y llevaba vacía más de diez cuando la vi por primera vez», explica. «El anterior propietario había fallecido en 2010, así que era propiedad de cuatro hermanos que no sabían qué hacer con ella».
Wormann cuenta a Business Insider que pasaba por la casa y vio a los propietarios en el lugar. Les preguntó si estaban interesados en venderla.
Los propietarios se sorprendieron de que Wormann quisiera comprar la casa
«‘¿En serio? ¿Quieres comprar esta basura?’ Esa fue su reacción», asegura. Pero Wormann ya estaba familiarizado con el proceso de vender casas en Tokio y se sentía preparado para el reto.
Aunque Wormann no revela cuánto pagó por la propiedad, las akiya pueden costar entre 10.000 y 100.000 dólares (entre 9.300 y 93.000 euros), dependiendo de su estado y ubicación, según una web de anuncios de akiya. Una akiya más moderna en Tokio se vendió por 34.000 dólares (31.600 euros) en la cuenta de Instagram Cheap House Japan.
Wormann pudo completar la compra en marzo de 2022. Según comenta, siempre planeó alquilar el lugar, por lo que quería incorporar diseños escandinavos y japoneses que atrajeran a los huéspedes de Airbnb.
La casa centenaria tiene 90 metros cuadrados distribuidos en dos plantas. Originalmente tenía cinco habitaciones pequeñas y un pequeño jardín en la parte trasera.
Wormann demolió todos los muros interiores de la planta baja. Instaló una nueva escalera y combinó algunas de las habitaciones del piso superior para hacerlas más espaciosas.
En el piso superior conservó los elementos tradicionales japoneses, como las esteras de tatami en el suelo, los paneles deslizantes llamados fusuma y las puertas de madera y papel llamadas shoji.
En la planta baja, Wormann equipó la cocina con electrodomésticos modernos. También instaló un baño exterior en el jardín trasero.
Wormann quería un reto, pero la reforma no fue fácil
Wormann documentó muchos de sus retos en su canal de YouTube, Anton in Japan.
«Me encantan los buenos retos, pero si soy sincero, no tenía ni idea de la envergadura del proyecto que estaba asumiendo cuando eché un vistazo al interior por primera vez», afirma.
«Hablo japonés bastante bien, pero la terminología utilizada en el mundo de la construcción es bastante diferente a la del mundo de la moda», asegura.
Durante la renovación, tuvo que hacer frente a una plaga de termitas en las vigas, a montañas de basura mientras se destripaba la propiedad y a contratistas poco fiables. Sustituir las vigas supuso un coste imprevisto, y todos los problemas retrasaron el proyecto.
En Japón no se suele despedir a los trabajadores
Wormann contrató a un fontanero y a un carpintero, pero los despidió cuando el trabajo le llevó demasiado tiempo y no cumplía sus expectativas.
No es algo que suela hacerse en Japón, ya que los japoneses no cuestionan al «maestro» que contratan para realizar una tarea, pero Wormann explica que tenía un presupuesto y un plazo.
«Aprendí con la experiencia», afirma. «En una reforma de bricolaje hay que tomar cientos, si no miles, de decisiones rápidas para no retrasarse o arruinarse. Las cosas más difíciles son aquellas sobre las que no tienes control, como cómo puedo conseguir un calentador de agua, o cuando el fontanero dice que no puede venir en un mes».
Según cuenta Wormann, la parte positiva es que el gobierno de la ciudad fue de gran ayuda con el papeleo, ya que, explica, los gobiernos locales de todo Japón están muy interesados en resolver el problema de las akiya abandonadas y derruidas.
Los contactos personales en el sector inmobiliario y entre los comerciantes locales ayudaron a Wormann a terminar a tiempo y sin salirse del presupuesto.
Calcula que empleó unas 1.500 horas de su propio trabajo en la casa y gastó unos 50.000 dólares (46.500 euros) en materiales y mano de obra. La reconstrucción duró un año, y Wormann trabajaba in situ cuando no estaba de viaje por trabajo.
La casa de Sangenjaya se terminó en marzo, y Wormann indica a Business Insider que tuvo sus primeros huéspedes de Airbnb al cabo de un mes.
«Sigo viviendo en la zona y, cuando no está alquilada, vengo a cenar con amigos», explica. «Espero que mi madre pueda venir de visita el año que viene durante la temporada de floración de los cerezos».
Quien quiera comprar una akiya, que investigue
Wormann ya tiene los ojos puestos en su próxima renovación de una akiya y ha escrito un libro que estará disponible en octubre con consejos para cualquiera que esté pensando en emprender un proyecto similar.
Lo esencial, comenta, es no comprar la primera propiedad que se vea, mantener la calma y elegir la zona donde se quiere vivir.
«Japón tiene 10 millones de casas vacías y este mercado está creciendo», apunta. «Y si contribuyes a una comunidad, las oportunidades surgirán a tu alrededor».