Hace un tiempo tuve otro de esos momentos wow que suelo tener últimamente con la inteligencia artificial. Me sobraba en el frigo un puñado de ingredientes rarunos de la última vez que quise innovar en la cocina preparando una sopa tailandesa, así que se me ocurrió darle los ingredientes a ChatGPT y pedirle que me sugiriese una receta con ellos. Al rato estaba cocinando un curry espectacular con pak choi, setas shiitake y garbanzos. Sin buscar ninguna receta en Google porque suponía que no iba a encontrar algo tan personalizado.
Parte de mi trabajo en SinOficina es explorar tendencias y tratar de anticipar cómo van a afectar al mundo en general y a los trabajos y negocios digitales en particular. Y la IA… bueno, la IA lo cambia todo. Hay gente que todavía ve la IA como un área concreta, como algo que se puede acotar, encapsular. Como si fuese una especialización. Pero la IA es —o tenderá a ser— como internet: ubicuo. No te especializas en internet, sino que lo empleas para mejorar tu propia especialización. Lo mismo con la IA.
Hace unos años ya se hablaba del contenido infinito. Redactores de países en desarrollo cobraban miserias para llenar internet de contenido basura en blogs de nicho (comprarcafeteraonline.com y similares). Ahora, con la IA generativa, el contenido se produce en segundos. Blogs, newsletters, gráficos, podcast y vídeos. Todo es replicable, traducible y mejorable por modelos entrenados con millones de ejemplos. Y no es, como se podría pensar, un contenido genérico. Alejandro nos contaba el otro día cómo crear contenido con nuestra personalidad usando la IA generativa.
A medida que conocemos esto va perdiendo nuestra confianza en su autenticidad, su relevancia y su necesidad. Los textos optimizados para SEO, las listas de consejos intercambiables y vacíos, los resúmenes superficiales de libros… todo aquel contenido que puede producirse a escala industrial quedará sepultado en un mar de redundancia. ¿Por qué querríamos leer un artículo o un post de LinkedIn si sabemos que ha sido escrito por una IA para capturar clics y no para comunicar algo vivido o pensado?
Y he aquí la paradoja: por un lado la realidad de que el uso de la IA para informarnos y adquirir conocimiento de una manera personalizada es superior a usar un buscador tradicional; por otro la necesidad, como creadores, de que nuestro contenido siga siendo relevante y sobreviva frente al contenido infinito generado por IA.
¿Se puede? ¿O es este el principio del fin para el contenido generado por humanos?
Creo que todavía hay esperanza, que hay un tipo de contenido imposible de automatizar: el que nace de la experiencia directa, de la emoción no predecible, del punto de vista irrepetible. Las historias personales, las crónicas vividas, las opiniones honestas, las conexiones humanas, los errores, las contradicciones. Estas cartas.
El futuro del contenido no está en competir con las máquinas en cantidad o velocidad, sino en recuperar lo que no pueden replicar: la presencia, mi vínculo contigo. La confianza ganada a pulso semana a semana. No es la muerte de todo contenido humano, sino la oportunidad de volver a crear y compartir con intención, con verdad, con propósito. La inteligencia artificial no mata la creatividad, pero sí nos obliga a preguntarnos para qué creamos. Y esa pregunta, quizás, sea más valiosa que cualquier respuesta generada.
Gracias por leerme. Con cariño,